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El Guaire dorado

 

 

Caracas fue fundada entre las quebradas Caroata y Catuche, afluentes del Guaire, el río que atraviesa el valle. Quince kilómetros hacia el este, luego de recorrer toda su longitud, el río da una curva y sale de la ciudad en Petare, nombre que en la lengua local significaba: frente al río.

 

Desde finales del siglo XIX el Guaire ha sido receptor de las aguas servidas, cargando con toda suerte efluvios, cloacas, drenajes, objetos y hasta mitos urbanos: cuentan que justo antes de la demolición del Retén de Catia y la cárcel de La Planta, los reos lanzaron al río sus botines, con el fin de recuperarlos al recobrar su libertad. Este oro es el gran tesoro oculto. El mito de El Dorado que -mineros de espíritu- hemos ido excavando como ciudad y como nación, se ha devaluado hasta ubicarse en el fondo de nuestro vertedero.

 

El país se abrió a la minería más devastadora con el Arco Minero del Orinoco, mientras en el Guaire proliferan mineros que van barriendo el fondo de las aguas fecales, examinando un detrito oscuro con la esperanza de encontrar alguna pieza, una joya, un fragmento que les permita vivir mejor que con el sueldo mínimo más bajo del hemisferio. Un gremio que acoge desde albañiles y estudiantes, hasta prófugos.

 

Monedas antiguas, cadenas, prótesis dentales, anillos, el oro va apareciendo ante un batallón que se adentra con sus manos en lo que nadie quiere ver, persiguiendo una quimera para sobrevivir la etapa final de un mito fundacional en tal decadencia que degradó la esperanza hasta la zona de desechos.

 

 

Antonio Briceño. 2020

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