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Este proyecto propone imágenes alegóricas a los estados modificados de consciencia alcanzados a través del uso de plantas enteógenas, encarnadas en retratos de chamanes y curanderos que veneran y trabajan con plantas de los dioses. El camino al interior que éstas abren, que reconduce nuestros más sofisticados mecanismos neuroquímicos, está siempre flanqueado por sabios o guías, entrenados durante generaciones en la comprensión de las honduras del alma. Sólo los chamanes conocen los secretos de los enteógenos y de los hombres. Psicopompos, son el puente entre ambos mundos, y éstas imágenes son un tributo a su sabiduría ancestral.

                                                                                                                       

La íntima relación entre el mundo vegetal y el organismo humano se manifiesta en particular en que algunas plantas producen sustancias que pueden influir en las profundidades de la mente y del espíritu del hombre. Los efectos maravillosos, inexplicables y hasta pavorosos de estas plantas aclaran lo importante que fueron en la vida religiosa de las culturas antiguas y la veneración como drogas mágicas y sagradas con que son tratadas aún por ciertos grupos nativos que han conservado sus tradiciones.

Sin embargo, todavía no se han valorado plenamente los beneficios que podrían obtenerse del uso correcto de los principios activos de estas plantas para aliviar los padecimientos humanos. Algunas plantas contienen compuestos químicos capaces de alterar las percepciones visuales, auditivas, táctiles, olfativas y gustativas, o de causar psicosis artificiales que, sin duda, han sido conocidas y empleadas por el ser humano desde sus primeras experiencias con la vegetación ambiente. Los sorprendentes efectos de estas plantas son con frecuencia inexplicables y misteriosos.

No es de extrañar, pues, que hayan tenido un papel tan importante en los ritos religiosos de antiguas civilizaciones, y que sean aún motivo de veneración y temor, como elementos sagrados... ¿Qué método más directo para permitir al hombre liberarse de los límites prosaicos de su existencia mundana y entrar temporalmente a los fascinantes mundos de indescriptibles maravillas que los alucinógenos abrían para él?

Aun cuando la mayoría de los alucinógenos proviene de plantas, algunos derivan del reino animal (sapos, ranas, peces). Su uso se remonta a la prehistoria, de tal manera que se ha postulado que la idea misma de la divinidad surgió como resultado de los sobrenaturales efectos de estos agentes.

 

Richard Evans Schultes

Albert Hofmann

Plantas de los dioses

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¿Pero qué hay de nuestras mentes? Aquí ya no estamos seguros. Tomar una hoja o una flor y usarla para cambiar nuestra experiencia de conciencia sugiere un tipo muy diferente de sacramento, uno que está en desacuerdo con nuestras nociones más elevadas del yo, por no hablar de la sociedad civilizada. Pero me inclino a pensar que tal sacramento, en ocasiones, puede valer la pena de la misma manera, aunque sólo sea como un control de nuestra arrogancia. Plantas con el poder de revisar nuestros pensamientos y percepciones, de provocar metáforas y maravillas, de desafiar la apreciada creencia judeo-cristiana de que nuestros yoes conscientes y pensantes de alguna manera están separados de la naturaleza, han logrado una especie de trascendencia.

Michael Pollan

The botany of desire

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