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El mensaje del loco

Antonio Briceño

 

Desde niño he sentido gran atracción por la naturaleza. A mis siete años nos mudamos a una casa con jardín en la que aún vivo por temporadas. He visto nacer, crecer, llegar a su esplendor y morir a innumerables plantas. De eso se trata la naturaleza: un ciclo indetenible de nacimientos, crecimientos y muertes. Los átomos van pasando de un ser a otro, van formando parte de una cadena que comenzó al principio de los tiempos.

 

Un jardín es cambiante, en él van apareciendo y desapareciendo diferentes personajes de acuerdo a la época, a los viajes, a los regalos, a los amores y al azar. Algunos han logrado permanecer, resistir a los cambios, y aún me acompañan. A otros los recuerdo mucho. Todos cumplen sus ciclos de vida.

 

Los animales, por su parte, al contar con movilidad, aparecen y desaparecen a su propio ritmo, y en raras ocasiones ha sido mi voluntad la que los ha traído al jardín. Pero su presencia es un complemento que da sentido y convierte a este pequeño espacio en un ecosistema lleno de relaciones y flujos. Ellos son los mensajeros, los conectores.

 

En marzo de 2020 estaba de visita en Caracas —vivo también en Barcelona, España— y la irrupción mundial del Covid-19 hizo que mi confinamiento se desarrollara en mi ciudad natal. Soy jardinero ermitaño, no me resultó incómodo quedarme en mi lugar favorito. Me propuse fotografiar a las plantas aislándolas del entorno, pensando en su iluminación, su ubicación, sus poses. Me dediqué a retratarlas.

 

¡Cuán diferentes unas de otras! Cada cual requiere un trato especial, una aproximación diseñada para exaltar sus poderes, sean flores, texturas, formas, transparencias, defensas o actitudes.

 

Cada planta representa a un arquetipo, se ajusta a alguna de las arcaicas imágenes que tenemos de nosotros mismos desde nuestros orígenes, en todas las culturas. Hay en el jardín tantas como para proponer un tarot. Una representación del camino del Jardín Interior, de esa realización que concede el tener plena consciencia de sí. Conócete a ti mismo, predica Apolo. Sé tú mismo, indica Dionisos.

 

Los 22 Arcanos Mayores del Tarot de Marsella representan lo que Jung postuló como Arquetipos del Inconsciente Colectivo, ordenados en una secuencia que puede interpretarse como el proceso de individuación: las etapas de la consciencia hasta alcanzar la plenitud, el conocimiento, la aceptación y la realización de uno mismo como obra completa. Esa secuencia, que comienza con la indeterminación y potencialidad de El Loco y termina con la perfección de El Mundo, pasa por diversos estadios y polaridades que abarcan todas las posibilidades de nuestro camino, con sus altibajos, éxitos, fracasos, amores, tristezas, ilusiones y decepciones. Cada arcano añade un aprendizaje que conduce hacia la meta final: alcanzar el mundo. Ser El Mundo.

 

El Tarot del jardín en cuarentena que acá propongo, además de los 22 Arcanos Mayores, suma 18 Arcanos Auxiliares, que son recomendaciones: 11 plantas y 7 animales. Esta segunda secuencia comienza en el número 23 con Las Raíces y cierra con El Mensaje, un naipe de buen augurio relacionado con la disposición a escuchar y crecer. Estos auxiliares pueden ayudar a orientar la lectura de los mayores o inducir a la reflexión sobre sus significados en nuestra vida.

 

40 arcanos serán nuestros guías a través de una epifanía natural en ese jardín que subyace bajo nuestro espíritu, al margen del movimiento del Universo y su expansión ilimitada. Que sirva este viaje, sobre todo, para la contemplación del mundo extraño y asombroso de las plantas y animales que nos preceden, nos rodean, nos sustentan, nos domestican y son vehículo de las metáforas que unen a todos los seres de La Naturaleza en este jardín en cuarentena. Que este encuentro incite a una introyección de lo que ellos dicen y que sea espejo e imagen para la comprensión del espiral ascendente que, finalmente, le entrega El Mensaje a El Loco.

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