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GUARANÍ

Paí Tavyterá y Mbya

Proyecto en desarrollo con el respaldo de la

Corporación Andina de Fomento CAF

1- Ñane Ramoy Jusú. Nuestro abuelo

Luís Arce.

Pueblo Paí Tavytera, Paraguay.

Al principio del tiempo sólo existía Jasuka. Era una energía vital, una fuente, un aliento, una explosión. Jasuka podía percibirse como una neblina. Y es así, pues al comienzo del día, la neblina lo cubre todo. Luego, de los pechos de Jasuka se alimentó Ñane Ramoy Jusú, fue amamantado por esta energía primigenia. Así nació, Nande Ro, nuestro padre. Nuestro abuelo. El Creador.

2- Arasy. La Madre del Cielo

Julia Villalba

Pueblo Mbya Guaraní, Paraguay

Es la esposa de Tupa y su morada es la luna. Hizo a la primera mujer -Sypave- a su semejanza y le otorgó la guayaba como regalo. Creó a la naturaleza, a la selva y todos sus seres vivos. Desde su morada celestial, supervisa y protege los ciclos de todas las criaturas. Diosa de la fertilidad y la abundancia, es invocada para proteger los cultivos y generar alimento para todos.

3- Tamoi Jusú Papa. El primer hombre.

Ignacio Vargas Kandyju Avante

Pueblo Paí Tavyterá, Paraguay.

Tamoi Jusú Papa se creó a sí mismo en el primer amanecer. Nació de un huevo que flotaba en el medio del Parary -el mar eterno al que, ahora, se van los difuntos. Dicen que nació adulto, vestido con su diadema y todas sus ropas y objetos rituales. También nació con todos los conocimientos, por eso creó la selva y todos los animales.

Después de cuatro días -que eran años- nació Tamoi Paparei, el primer hombre blanco, y con él creó a los animales de los blancos que son parientes de los de la selva: la vaca, del tapir; el perro, del lobo de crin; las gallinas, de las pavas; las cabras de los venados, etc.

 

Historia narrada por Ignacio Vargas Kandyju Avante y traducida por Rodrigo Ramírez en Capitán Bado, Paraguay.

4- Jari Jusukuarendy. La primera madre.

Grelia Natalia Panós

Pueblo Paí Tavytera, Paraguay

Jari Jusukuarendi fue creada para que el primer hombre no estuviera solo. Ella fue su compañía y su presencia complementaba la Creación. Además de acompañar al primer padre y procrear a los primeros humanos, ella desarrolló las actividades que las mujeres heredaron culturalmente:  la siembra, el tejido de las hamacas, la elaboración de las artesanías, la percusión del Takuapú: "El instrumento hecho de un tronco de bambú ahuecado, originariamente es solo ejecutable por las mujeres. Y está dotado de un claro simbolismo referente a la unión sexual y la fertilización. El takuapú va asociado como un rasgo, forma parte dentro de ceremonias con danzas y cantos. En estos eventos rituales de la religión guaraní, las mujeres acompañan al canto de los versos con el tacuapú, los hombres lo hacen con la mbaraká (maraca). El ritmo de las tacuaras da el motivo para la marcación rítmica, en el balanceo de los cuerpos que danzan la coreografía embellecedora, fortalecedora. Mantienen una alegría que celebra y objetiva las condiciones de vida saludable en la tierra. La presencia grupal femenina es indispensable en la ejecución ceremonial colectiva de los takuapúes."

Historia narrada por Ignacio Vargas Kandyju Avante en Capitán Bado y traducida por Carlos Ortega en Cerro Corá, Paraguay.

5- Rupavẽ. El padre de todos.

Marcial Gómez

Pueblo Mbyá Guaraní, Paraguay.

Tupá y Arasy crearon a la primera pareja de seres humanos, con una mezcla de arcilla, sangre de aguaitacaminos y algunas hierbas sagradas, pasta que remojaron en las aguas de un manantial cercano al lago Ypakaraí. Con esa mezcla hicieron las estatuas que secaron al sol. Arasy habló: -Mujer, que de mí naciste a mi semejanza, te doy por nombre Sypavẽ (madre de todos). Al varón, le dijo Tupã: -te doy por nombre Rupavẽ (el padre de todos). Tupã les dio consejos para que vivan en amor y puedan pacíficamente procrear. A Rupavẽ le obsequió mbokaja (Palma coyol: Acrocomia aculeata), y Arasy a Sypavẽ la fruta del arasa (guayaba: Psidium guajava).

6- Jasy Jateré. El Duende

Marcial Gómez

Pueblo Mbyá Guaraní, Paraguay.

El Jasy Jateré ("Fragmento de Luna", en guaraní),​ es una especie de duende o espíritu de la cultura guaraní. No deja que vean su rostro. Tiene la capacidad, según algunas leyendas, de convertirse en un ave, en un tronco flotante, u objetos inertes. Su papel primordial es de cuidador de la naturaleza y los animales salvajes. Se enoja excesivamente si algún cazador mata más presas de las que consumirá. Si eso ocurre, se transforma en cualquier animal o planta y con argucias induce al infractor a internarse en lo profundo del monte donde se pierde.

7- Mbói Tuí. La Gran Serpiente.

Roberto Gómez

Pueblo Mbya Guaraní, Paraguay

Cuenta la leyenda que, en el comienzo de los tiempos, habitaba el río Iguazú una enorme serpiente, uno de los hijos malditos de Taú y Keraná que representan los siete males que atormentan a los seres humanos (miedo, dolor, llanto, enfermedad, hambre, sed y muerte). Su nombre era Mboí Tuí y era el protector de las aguas y las criaturas que en ellas viven.  Una vez por año, los pobladores locales debían sacrificar a una bella doncella y entregársela a Mboí, arrojándola al río, que por ese entonces circulaba mansamente. Para la ceremonia se invitaba a todas las tribus guaraníes, aún a las más alejadas. Fue así que llegó, al frente de su tribu, un joven cacique cuyo nombre era Tarobá.

Al conocer a Naipí, la hermosa doncella que ese año estaba consagrada al sacrificio, se rebeló contra los ancianos de la tribu y en vano intentó convencerlos de que no sacrificaran a Naipí. Ante la negación de los ancianos y para salvar a su amor de tan cruel destino, sólo pensó en raptarla y la noche anterior al sacrificio cargó a Naipí en su canoa e intentó escapar por el río. Pero Mboí, que se había enterado de esto, se puso furioso y su furia fue tal que, encorvando su lomo, partió el curso del río formando las Cataratas, atrapando a Tarobá y a Naipí.

 

Cubiertos por las aguas, la embarcación y los fugitivos cayeron de una gran altura, desapareciendo para siempre. Pero, temiendo Mboí que el amor de los jóvenes los uniera en el más allá, decidió separarlos para siempre. Naipí fué transformada en una de las rocas centrales de las cataratas, perpetuamente castigada por las aguas revueltas, y Tarobá fué convertido en una palmera situada a la orilla de un abismo, inclinada sobre la garganta del río. Luego de provocar todo este estrago, Mboí se sumergió en la Garganta del Diablo, desde donde vigila a los amantes, impidiendo que vuelvan a unirse. Sin embargo en días de sol, el arco iris supera el poder de Mboí y une nuevamente a Tarobá y a Naipí como un puente de amor.

8- Ñumairêtî. El protector del Itá Guazú.

Milton Gayoso

Pueblo Paí Tavyterá, Paraguay.

Primero, en la Nada, hubo una explosión, seguida de una gran inundación. Cuando las aguas bajaron quedó expuesto el Itá Guazú -la Gran Roca- y comenzó la aparición de las plantas, de los seres vivos. Un espíritu protector se asentó junto al cerro, para protegerlo y cuidar a los animales, las plantas, los suelos y toda la naturaleza circundante. Es Ñumairêtî, un espíritu fuerte y protector, capaz de derrotar a todo, al que le dirigen sus oraciones los habitantes de la comunidad a los pies del cerro. Por eso no se puede subir a su cumbre.

Nos contaba Luis Arce, líder de la comunidad, que una vez intentó subir y un viento muy fuerte lo amenazó con derribarlo por el barranco. Nadie lo ha vuelto a intentar...

 

Historia narrada por Luis Arce y traducida por Carlos Ortega.

9- Kuña Piragüi. La sirena.

Lucía Gómez

Cultura Mbya Guaraní, Paraguay

Kuña Piragüi era una mujer muy bella, una joven guaraní. Era una hija rebelde, que desobedeció a su mamá y se fue a la selva sola, a buscar agua, con su calabaza, comiendo masa de maíz. Al entrar en la selva, encontró al tapir, al Mboreví, acostado al lado del camino. La niña rompió un pedazo de su masa y le tiró. El animal la miró y comió. Comió, comió la masa. Ella estaba feliz. “Comió de mí”, dijo. Así fue como Kuña Piragüí y el Mboreví se enamoraron. 

 

Pero al padre de Mborevi, el mismísimo Ñane Ramoy Papa, se oponía a ese romance. Así que ordenó a los hermanos de la muchacha matar al tapir. Y así lo hicieron, colocando los testículos del tapir sobre la hamaca de la muchacha, como muestra del castigo. Cuando ella despertó, enloqueció del dolor y la rabia y corrió hacia el río. Su hermana la acompañaba, sentadas junto al agua, en una roca. Pero las aguas del río empezaron a vibrar y a crecer. Corrió entonces la hermana a pedir ayuda, pero, cuando regresaron al río, Kuña Piragüi ya estaba dentro de sus aguas, sumergida. Desde ahí ella es la dueña de los peces. Es la sirena del río. Y por eso, el tapir, cuando se siente amenazado, se sumerge en las aguas, junto a su amada. Dicen que en las noches se encuentran en los pozos y pueden retomar su romance. 

Historia narrada por Ignacio Vargas Kandyju Avante y traducida por Rodrigo Ramírez en Capitán Bado, Paraguay.

10- Itá Guazú. La Gran Roca.

Jorge Arce

Pueblo Paí Tavyterá, Paraguay.

La región de Amambay, la tierra ancestral de los Paí Tavyterá, está poblada por escarpadas rocas y cerros verticales que albergan todo tipo de señales, dibujos y petroglifos. Han sido datados y se estima que tienen, al menos, unos 5.000 años, y que fueron esculpidos por los ancestros de los Paí. Su significado parece erosionarse en el tiempo, pero todos saben que ahí están las huellas de la vida. Nos comentaron que, donde están las huellas del Yaguar -o jaguarete, en Guaraní- está el animal. Y su espíritu. Los custodios de la Roca Grande saben que tienen sobre ellos y tras de sí, al espíritu del Yaguar, del Ñandú, del Tapir, de la gran Vulva dadora de vida y de un sin fin de señales que no hace falta comprender, sino sentir. Porque son las huellas, y, por tanto, el espíritu de los Ancestros.

AGRADECIMIENTOS

 

Corporación Andina de Fomento CAF

Jon Paul Rodríguez

Alberto Yanosky Farran

Laura Melo

Alejandro López Cintrón

Claudia Mongelos

Mirta Pereira

Norma Ramos

Cristina Villalba

David Portillo

Carlos Ortega

 

Luis Arce

Jorge Arce

Milton Gayoso

 

Ignacio Vargas Kandiju Avante

Celina Arce Zavala

Leoncio Barrios

Celina Ramírez y Miguel Rojas

Jorge Salinas y Juana Recalde

Rodrigo Ramírez (padre e hijo)

Asociación Paí Tavyterá Recopave

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