Mi bisabuela paterna perteneció a un grupo (Timote) que desapareció completamente, bien por el exterminio directo, bien por el mestizaje. En el año 2000, surgió una urgencia en mí de indagar sobre sus creencias, su mitología, su cosmogonía. Pero no quedó ni rastro. Por esta razón, me propuse un proyecto de vida: investigar sobre las mitologías de grupos originarios americanos que han sobrevivido hasta la actualidad y proponer una iconografía para sus dioses, antes de que desaparezcan del todo. Estos grupos, por supuesto, están en zonas remotas, generalmente bastante aislados. En los últimos veinticinco años he trabajado con más de treinta y cinco culturas originarias.
Este es un trabajo que, pese a su urgencia, va contra la corriente. La mentalidad colonialista está muy arraigada –aunque oculta en apariencia- en el continente americano, y en el mundo en general. Conocemos mucho más de las mitologías griega, egipcia y romana, que de las de los grupos que aún moran entre nosotros. Nadie se atrevería en la actualidad a decir públicamente que los indígenas deben morir y que sus culturas deben desaparecer de la faz de la tierra. Pero a la hora de emprender un trabajo fotográfico, sólo se acepta que sean mostrados como víctimas: prostitutas, alcohólicos, miserables. Si se les muestra en toda su dignidad, con su belleza y poder, como culturas de las que se puede aprender algo, comienza una lluvia interminable de etiquetas: “el buen salvaje”, “folclorismo”, “exotismo” y un largo etc. Esa es la forma actual más aguda de exclusión, racismo y etnocentrismo: la retórica.
Pero, lejos de inhibirme, esta dificultad ha constituido un estímulo para mí, otra señal que me ha obligado a emprender un proyecto que, de paso, cuenta con el apoyo de los chamanes, maestros y sabios de las comunidades en las que he estado. Así, desde el año 2001 hasta el presente, he incluido en este proyecto veinte culturas indígenas de siete países, y he realizado más de ciento veinte imágenes basadas en mitos, leyendas y creencias de estos grupos. Todas las imágenes han sido posteriormente enviadas a las comunidades donde trabajé, para sus escuelas o sitios comunales. Y cada persona retratada ha recibido la imagen que con ella realicé.
La investigación ha consistido, resumidamente, en indagar sobre las mitologías de los grupos con los que voy a trabajar, a partir de los textos escritos por antropólogos. Luego, en las comunidades, mis aliados han sido los sabios y maestros, que me van describiendo y asesorando en cómo hacer cada representación: me indican qué personas de la comunidad serán las más idóneas para representar cada deidad y qué atributos o elementos deben acompañar a la imagen. Así, el trabajo de campo consiste en realizar los retratos con los que luego, en mi taller, ensamblo digitalmente cada icono.
En un lapso de veinte años, he visto comunidades desaparecer bajo las aguas de una gran represa (A´ukre, comunidad Kayapó de Brasil), estar amenazadas por la minería y el turismo (comunidades Quero del Perú), por el narcotráfico (Huichol, de México), o la evangelización (Piaroa y Pemón, de Venezuela). Los Dioses de América se están yendo para siempre a una velocidad mayor de lo que yo creía inicialmente, y con ellos, una parte esencial de la humanidad –de todos nosotros- se hundirá irremediablemente en el olvido o, peor aún, en la ignorancia. Mi trabajo es a contra-reloj y el camino aún es largo.
Abuela Diosa del Maíz para los Maya Quiché, encargada de moler este y hacer la masa que sería de la consistencia del cuerpo de los primeros hombres.
La Flor o ceremonia del Fuego Sagrado es la ceremonia central y más importante para la cultura maya Quiché, en la que se rinde tributo a cada uno de los 20 nahuales o seres arquetipales.
Es uno de los dioses creadores en la cultura Maya Quiché. Provocó la Gran Inundación, después de que los primeros hombres enfurecieron a los dioses. Vivió en las neblinas sobre las aguas torrenciales y repitió "tierra" hasta que la tierra emergió de los océanos.
Tiempo atrás hubo un águila gigante -Haawa- que les llevaba a sus pichones, en la cumbre del cerro Pajarito, todas las personas que navegaban por el Bajo Inírida. Iñapirrícuri comenzó a experimentar, cocinando plantas, raíces, cortezas. Hasta que logró dar con un veneno -el curare- que aplicó a sus flechas. Usando la cerbatana -maavi- apuntó a Haawa y logró abatirla. Así, la gente ha podido poblar la zona. Y él se quedó en la cumbre del cerro que lleva el nombre de su invento: Mavicure.
Madre Tierra. Cultura Quero, Perú. 2018 "Representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra geológica, así como tampoco solo la naturaleza; es todo ello en su conjunto. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa directamente, por presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndole sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra, y por todo lo que nos provee."
La Montaña. Cultura Quechua, Perú, 2018. "Son montañas tenidas por vivientes desde épocas preincaicas, a las cuales se les atribuye influencia directa sobre los ciclos vitales de la región que dominan. Son continuamente reverenciadas y en algunas regiones tutelan a los habitantes de los valles que son regados por aguas provenientes de sus cumbres."
El Sol. Cultura Quechua, Perú, 2018. Es la deidad más significativa y poderosa, fuente de toda riqueza, rey del cielo, de las plantas, y el universo.
Dios Creador. Cultura Quechua, Perú, 2005. Viracocha es el Dios Creador en la cultura Quechua. Se dice que creo al mundo y los hombres desde las alturas de las sagradas montañas andinas. Como tal es venerado como uno de los dioses principales y su nombre es usado como señal de respeto y de admiración.
Madre de las aguas. Cultura Quechua, Perú, 2005. Para los Quero, en la cumbres peruanas, las montañas son sagradas, no solamente por estar más cerca del sagrado Inti –el Sol- sino también porque en ellas se acumulan las nubes, se concentran las nieves, fuentes de las aguas. La diosa madre de las aguas es Mamacocha, cuyo reino desciende desde las cumbres andinas.
Dios de los terremotos. Cultura Quechua, Perú, 2005. Los Andes son una de las regiones más jóvenes del plantea, aún en ascenso. Por tanto, son una región de gran actividad sísmica, y este poder de la tierra está encarnado en uno de los dioses más importantes, Pachacamac, el dios de los terremotos, tan temido y respetado en la cultura quechua.
Guardián de los caminos. Cultura Quechua, Perú, 2005.Las alturas de los Andes, un paisaje imponente surcado por los caminos que usan los queros para desplazarse de un pueblo o valle al otro. Una región de extremos, sujeta a súbitos cambios climáticos, en donde la niebla, el rayo, la lluvia, la nieve, el viento, pueden convertir una travesía en tragedia. Los caminantes constantemente le piden y hacen ofrendas al Apacheta, el guardián de los caminos, para que proteja su recorrido.
Guardián de los caminos. Cultura Quechua, Perú, 2018.
El viento. Cultura Quechua, Perú, 2018. Las alturas andinas son un corredor abierto al cielo donde las fuerzas más poderosas se manifiestan y combaten entre sí. Junto al rayo, la niebla y los terremotos, el viento es señor de las alturas.
El Abra. Cultura Quechua, Perú, 2018. Las cumbres son una suerte de laberinto en el cual las paredes son los gigantescos apus. La visión siempre está limitada al valle por el que uno transitea. Para ir de un valle a otro se cruza por el punto más bajo entre sus montañas: los abras. Son tan sagrados y simbólicos que en ellos el viajero se detiene y ofrece su mascada de coca a los apachetas. Hace una pausa y contempla el mundo desde esa entrada, antes de sumergirse en un nuevo valle.
La madre primigenia. Cultura Kogui, Colombia, 2018. Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Solo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre. Ella era agua, era río, laguna, quebrada y mar. Así, primero sólo estaba la madre. Ella era Aluna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria. Así la madre existió sólo en Aluna, en el mundo más abajo, sola. Gerardo Reichel Dolmatoff en “Los Kogui"
El primer hombre. Cultura Kogui, Colombia, 2018. "Así nació el primer hombre. La Madre lo llamó Sintana. En medio del mar había una casa pequeña. Se llamaba Nyídulúma “Espuma de agua”. En esta casa nació Sintana. Sintana nació en el mar. Nació en la Casa de Espuma, en la obscuridad, en el agua. Tenía miedo de nacer. No había tierra aún, ni gente, ni animales, ni plantas, ni comida. No había sol ni luna. Todo estaba obscuro." Gerardo Reichel Dolmatoff en “Los Kogui"
El chamán. Cultura Kogui, Colombia, 2017. El conocimiento ancestral de los Kogui lo almacenan los mamos. Estos personajes extraordinarios son seleccionados desde antes de nacer -mediante revelaciones- y tienen una estricta formación bajo el amparo de los sabios. Se dice que su infancia transcurre en la oscuridad, en donde van conociendo el mundo en "aluna" (en "espiritual", es decir, en concepto), para luego confrontarlo con el mundo material.
Dueño de la nieve y el hielo. Cultura Kogui, Colombia, 2003. Monsauí es uno de los señores de las grandes alturas, pues es el dueño de la nieve y el hielo. Las cumbres de la Sierra Nevada de Santa Marta son su hogar, y de él descienden todas las aguas que fecundan la sierra a su paso, al derretirse y formar ríos y quebradas.
Dueño de las piedras. Cultura Kogui, Colombia, 2003. Tewímako fue quien enseñó a los Kogui el poder de la adivinación con las piedras. Fue el primero en descifrar el lenguaje oracular de las gemas y quien estableció las reglas, usos y significados de éstas. Las gemas son de especial trascendencia en esta cultura, que no sólo las emplea en la adivinación, sino en forma de entierros o "pagamentos" a las distintas deidades o dueños.
Dueña del algodón. Cultura Kogui, Colombia, 2003. Para los Kogui, el tejer es una metáfora del vivir. Ellos producen sus tejidos, desde la siembra y procesamiento del algodón, hasta el hilado y tejido de las telas: los hombres tejena las ropas de toso y las mujeres los bolsos. El algodón, por lo tanto, es una planta de mucha trascendencia cultural, y Kualekn, como dueña del mismo, está representada como una metáfora de la pureza, la pulcritud, la inocencia.
Dueño del algodón. Cultura Kogui, Colombia, 2003. Mamaugui es el dueño de las plantas cultivadas, las plantas que crecen bajo el orden y la planificación de los humanos. Está encarnado especialmente en la planta de algodón, a quien creó en sus sueños. El algodón es esencial para esta cultura, para la cual tejer es sinónimo de vivir y el telar es una representación del universo. Los hombres tejen las ropas y las mujeres los bolsos.
Dueño de los bosques. Cultura Kogui, Colombia, 2003. Los Kogui consideran que hay dueños –padres y madres- de todos los recursos. A estos dueños se les rinde tributo, pidiendo su permiso antes y haciendo pagamentos una vez usados los recursos. La selva nublada está en manos de Kalakshé, el dueño de la vegetación que crece silvestre. Es el dueño de los montes, de la impenetrable jungla de montaña, que provee infinidad de recursos vitales.
Dueña de las plantas silvestres. Cultura Kogui, Colombia, 2003. En la cultura Kogui todos los recursos y fenómenos de la naturaleza tienen un dueño y una dueña a quienes se les hacen peticiones y pagamentos por el uso de tales recursos. Kalavia y Kualáyuma son las dueñas de la vegetación: La primera es dueña de las plantas que crecen silvestres –el bosque- mientras que la segunda es la dueña de las plantas que crecen ordenadamente: las plantas cultivadas.
Dueña de las plantas cultivadas. Cultura Kogui, Colombia, 2003. En la cultura Kogui todos los recursos y fenómenos de la naturaleza tienen un dueño y una dueña a quienes se les hacen peticiones y pagamentos por el uso de tales recursos. Kalavia y Kualáyuma son las dueñas de la vegetación: La primera es dueña de las plantas que crecen silvestres –el bosque- mientras que la segunda es la dueña de las plantas que crecen ordenadamente: las plantas cultivadas.
Dueño de los peces. Cultura Wiwa, Colombia, 2003. La cultura Wiwa habita las partes más bajas de la Sierra Nevada, que llega a las costas del Caribe. Entre los dueños de los recursos, sobresale Hiyuxa, pues es el dueño de los peces, importante recurso y fuente de proteínas.
Dueña de la coca. Cultura Wiwa, Colombia, 2003. La coca es sagrada para muchas culturas. Awishama era la dueña originaria de la coca: una adolescente de cuyos cabellos brotaban las hojas, como mariposas. Fue sólo a partir de que el colibrí le robó las semillas de la planta a la diosa, que ésta se hizo accesible a los hombres.
Abuelo Fuego. Cultura Huichol, México, 2001. Es considerado el Abuelo fuego, la más antigua de las deidades, la primera. De él depende toda la cultura, pues es el que proporciona el calor contra el frío, la luz en la oscuridad, la cocción de los alimentos.
Madre Águila. Cultura Huichol, México, 2018. Diosa madre águila, la mensajera, esposa del sol, es hija del abuelo fuego, Tatevarí, y madre de Tamatz Kallaumari, el Venado Azul.
Diosa Madre Tierra. Cultura Huichol, México, 2004. Todas las culturas tienen una diosa madre, que representa la tierra, lo fértil, lo que genera. Para los Huichol existe una diosa que la encarna a cabalidad: es Tatei Urianaka, la Madre Tierra. Representa a la tierra en toda su extensión, pero también a la madre, que todo lo sustenta, que todo lo produce y a todos nos crea.