La persona: El Ikhará y tres Pumethó. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Toda persona (Ianambó) está compuesta de un cuerpo físico o cáscara (Ikhará) y uno o varios Pumethó. Este último representa el espíritu, pero cada quien tiene varios de acuerdo a los papeles sociales, las facetas de su personalidad, la complejidad de su carácter: a mayor complejidad, mayor número de Pumethó.
La Gran Madre. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Kumañi es la gran madre, la primera deidad, anterior a todo lo material. Es la creadora de todas las cosas; todo emanó de ella. Es la gran jefa. Creó las tradiciones al principio de los tiempos. Cuando aún éste no existía y todo era tinieblas, ella soñó con la salida del sol, Amarivá. Kumañí vive más allá del horizonte y asegura que el sol salga todos los días.
La Anaconda, padre de los cauces de los ríos. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Al principio de los tiempos, de la "nada", junto con la madre primigenia Kumañi, se crearon a sí mismos Poaná e Iticiaí: la Gran Anaconda y el Yaguar. Poaná fue la que moldeó el mundo y su topografía. Fue quien definió los cauces de los ríos, grandes y pequeños, y es el dueño de los animales y los seres de las profundidades.
El Yaguar. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. El yaguar, como máximo depredador del continente, suele tener un papel primordial en las mitologías de las regiones donde habita. Tal es el caso de los Pumé, para quienes Itciaí fue uno de los primeros seres, creador de las aguas, hermano de Puaná, la gran serpiente.
La madre de las aguas del diluvio. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Al comienzo de los tiempos, los primeros humanos creados desconocían a Kumaleina, la creadora de los pumé. Ante este desconocimiento, Kumaleina hizo comenzar a llover y generó la gran inundación, que cubrió toda la tierra, excepto la copa de algunos árboles. Ella es la dueña de la gran inundación y sus aguas, es quien las controla.
La dueña del fuego. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Kiberoañí, la rana, fue la dueña originaria del fuego. Lo tenía en su interior y de ella, con la ayuda de un héroe mitológico, Hachava, fue repartida a los humanos.
El cantador. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Existe otro mundo paralelo, el mundo a donde van los ancestros, los difuntos, el mundo de los dioses. Hay experiencias que permiten a los pumé realizar el viaje del pumethó hacia esas tierras: el sueño, una enfermedad o el canto ritual del Tõhé, el canto de los chamanes. Durante el Tõhé, no sólo se cura a los enfermos sino que los conflictos, problemas y cuestiones de la vida diaria encuentran solución.
La cantadora. Cultura Pumé, Venezuela, 2017. Existe otro mundo paralelo, el mundo a donde van los ancestros, los difuntos, el mundo de los dioses. Hay experiencias que permiten a los pumé realizar el viaje del pumethó hacia esas tierras: el sueño, una enfermedad o el canto ritual del Tõhé, el canto de los chamanes. Durante el Tõhé, no sólo se cura a los enfermos sino que los conflictos, problemas y cuestiones de la vida diaria encuentran solución.
Aprendiz de chamán, cultura Pemón. 2003. La historia de Makunaima reproduce cada uno de los pasos por los que debe pasar un joven aprendiz de chamán en el proceso de su iniciación. No cualquier hombre puede llegar a ser chamán: debe ser astuto, fuerte y resistente. Uno de los pasos es dejarse morder en el pecho por un grupo de hormigas 24, cuya dolorosísima picada causa fiebre. Un joven nacido para ser chamán resistirá incólume tales picadas si ha de llegar a ser uno poderoso.
La hija del ají. Cultura Pemón, Venezuela, 2002. Para los pemón el consumo de ají (chile) es de uso cotidiano y esencial, al punto de tenerlos siempre sembrados alrededor de sus casas. Tiene al menos siete variedades de ajíes, todos ellos herencia de Puemuey Pachí, la Hija de Ají, quien al comienzo de los tiempos también tuvo forma humana.
Niño-Dios de los peces, cultura Pemón. 2003. Iboribó era un niño muy malcriado. Su padre, gran pescador, le llevaba siempre los mejores peces, pero él siempre estaba insatisfecho. Un día Iboribó estaba sentado en una canoa cuando, repentinamente, un grupo de bagres rodeó la embarcación y raptó al niño, llevándoselo con todo al fondo del río. Desde entonces, se dice que es el dios de los peces, y los pescadores siempre le piden a éste para tener buena pesca.
Dueño del rayo. Cultura Pemón, Venezuela, 2017. Para los pemón, los waranapí son los dueños de los rayos y truenos. Cuentan que tienen los cabellos erizados y la cara rojiza, y tienen un poder fulminante que ejercen desde las alturas, desde las nubes.
Espíritu de las aguas y cascadas. Cultura Pemón, Venezuela, 2004. Los Pemón viven en una región famosa por sus abismos y sus abundantes ríos, que en estas tierras tan accidentadas dan lugar a enormes cataratas. Las caídas de agua y los remolinos que generan representan fuerzas muy poderosas, muchas veces letales. Cada año suele haber víctimas en estas aguas, incautos que sucumben deslumbrados ante la magnificencia y belleza de las cataratas y sus pozos, refugio de los Rató.
Espíritu de las aguas y cascadas. Cultura Pemón, Venezuela, 2004. Los Pemón viven en una región famosa por sus abismos y sus abundantes ríos, que en estas tierras tan accidentadas dan lugar a enormes cataratas. Las caídas de agua y los remolinos que generan representan fuerzas muy poderosas, muchas veces letales. Cada año suele haber víctimas en estas aguas, incautos que sucumben deslumbrados ante la magnificencia y belleza de las cataratas y sus pozos, refugio de los Rató.
Espíritu de las aguas y cascadas. Cultura Pemón, Venezuela, 2004. Los Pemón viven en una región famosa por sus abismos y sus abundantes ríos, que en estas tierras tan accidentadas dan lugar a enormes cataratas. Las caídas de agua y los remolinos que generan representan fuerzas muy poderosas, muchas veces letales. Cada año suele haber víctimas en estas aguas, incautos que sucumben deslumbrados ante la magnificencia y belleza de las cataratas y sus pozos, refugio de los Rató.
Espíritu de las aguas y cascadas. Cultura Pemón, Venezuela, 2004. Los Pemón viven en una región famosa por sus abismos y sus abundantes ríos, que en estas tierras tan accidentadas dan lugar a enormes cataratas. Las caídas de agua y los remolinos que generan representan fuerzas muy poderosas, muchas veces letales. Cada año suele haber víctimas en estas aguas, incautos que sucumben deslumbrados ante la magnificencia y belleza de las cataratas y sus pozos, refugio de los Rató.
Espíritu de los bosques, cultura Pemón. 2007. Los Piaimá son concebidos como seres antropomorfos de gran tamaño. Viven en las selvas, entre espesuras. Su mundo está concebido como un mundo al revés. Los ratones y ratas son sus venados y dantas (tapires); los hongos su pan; sus flechas son de cera. Trepan a los árboles con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo. Ellos son quienes conocen todos los secretos del mundo de las plantas.
Espíritu de las montañas, cultura Pemón. 2007. Para los Pemón, las cumbres de los tepuyes (altas montañas con cumbres planas y barrancos verticales de la región de Guayana) son sitios tabú, pues son el hogar de los Mawarí. Estos seres mitológicos están asociados a los barrancos, cumbres y paisajes fantásticos de estas regiones y son los culpables de la desaparición y muerte de los incautos que suben a sus territorios, pues generalmente son enemigos de los hombres.
Ser maligno de las selvas, cultura Pemón. 2007. Para los Pemón, los Canaimö son seres imaginarios que habitan en la espesura de la selva. Tienen aspecto idéntico a los humanos –es imposible diferenciarlos- pero suelen atacar a éstos cuando se adentran solos en la selva, lo cual es un tabú para esta cultura.
Dios de las tormentas. Cultura Kayapó, 2006. Cuentan que se realizó la cacería de un tapir, cuya carne distribuyeron prematuramente, dejando excluido a Bepkororoti, quien reclamó ante todas las instancias, pero nadie hizo caso. Subió entonces a una loma, llamó a la comunidad e invocó una poderosa tormenta, que arrasó con todos en forma fulminante. Desde entonces es el dueño de las tormentas, y cuando hay una es porque algún egoísta no está compartiendo.
Dueño del fuego. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. El dueño del fuego era el Yaguar. Él comía comida cocida, se calentaba y alumbraba por las noches. Un día se encontró con Botoque, un joven perdido, lo adoptó, lo crío como su hijo y vivió con él en la comodidad del fuego. Cuando Botoqué se hizo viejo volvió a su pueblo, y borracho, confesó su secreto, robando el fuego. Desde entonces el Yaguar, condenado al frío y a la oscuridad, es el enemigo más temido de los hombres.
El primer hombre. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. El primer habitante de la tierra fue el humilde Oirob, el fundador de la humanidad, entre la espesura de la selva.
Hombre-anguila. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Mry-kaak es un hombre-anguila eléctrica que habita en pozos profundos, en lugares de desove y cría de los peces de río. Su presencia es protectora y convierte en tabú a los lugares de reproducción, de modo que está prohibido pescar en estas zonas, lo que protege y garantiza la permanencia de los peces, en los cuales se basa la alimentación de los Kayapó en gran medida.
Hermano del bosque. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Al principio de los tiempos, durante la era de la inocencia, dos hermanos vivían de la selva. Usaban los recursos tal cual venían. Todo era fácil, todo estaba disponible. No necesitaban más.
Hermano del bosque. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Al principio de los tiempos, durante la era de la inocencia, dos hermanos vivían de la selva. Usaban los recursos tal cual venían. Todo era fácil, todo estaba disponible. No necesitaban más.
Guacamaya. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Los Kayapó son grandes amantes de la belleza y el arreglo corporal.. En medio de una naturaleza tan exuberante tienen como ejemplo la magnificencia de las criaturas selváticas, siendo las guacamayas su máxima expresión. De hecho, durante el mes de agosto se realiza el “baile de las guacamayas”, en la cual los danzantes, ataviados cual estas vistosas aves, bailan durante toda la noche, imitándolas tanto en su aspecto como en su canto y despliegues.
Guacamaya. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Los Kayapó son grandes amantes de la belleza y el arreglo corporal.. En medio de una naturaleza tan exuberante tienen como ejemplo la magnificencia de las criaturas selváticas, siendo las guacamayas su máxima expresión. De hecho, durante el mes de agosto se realiza el “baile de las guacamayas”, en la cual los danzantes, ataviados cual estas vistosas aves, bailan durante toda la noche, imitándolas tanto en su aspecto como en su canto y despliegues.
Guacamaya. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Los Kayapó son grandes amantes de la belleza y el arreglo corporal.. En medio de una naturaleza tan exuberante tienen como ejemplo la magnificencia de las criaturas selváticas, siendo las guacamayas su máxima expresión. De hecho, durante el mes de agosto se realiza el “baile de las guacamayas”, en la cual los danzantes, ataviados cual estas vistosas aves, bailan durante toda la noche, imitándolas tanto en su aspecto como en su canto y despliegues.
Guacamaya. Cultura Kayapó, Brasil, 2006. Los Kayapó son grandes amantes de la belleza y el arreglo corporal.. En medio de una naturaleza tan exuberante tienen como ejemplo la magnificencia de las criaturas selváticas, siendo las guacamayas su máxima expresión. De hecho, durante el mes de agosto se realiza el “baile de las guacamayas”, en la cual los danzantes, ataviados cual estas vistosas aves, bailan durante toda la noche, imitándolas tanto en su aspecto como en su canto y despliegues.
Mi bisabuela paterna perteneció al pueblo originario Timote, que se extinguió culturalmente. En el año 2000, surgió una urgencia en mí de indagar sobre sus creencias, su mitología, su cosmogonía. Pero no quedó ni rastro. Por esta razón, me propuse un proyecto de vida: investigar sobre las mitologías de grupos originarios americanos que han sobrevivido hasta la actualidad y proponer una iconografía para sus dioses, antes de que desaparezcan del todo. Estos grupos, por supuesto, están en zonas remotas, generalmente bastante aislados. En los últimos veinticinco años he trabajado con más de treinta y cinco culturas originarias.
Este es un trabajo que, pese a su urgencia, va contra la corriente. La mentalidad colonialista está muy arraigada –aunque oculta en apariencia- en el continente americano, y en el mundo en general. Conocemos mucho más de las mitologías griega, egipcia y romana, que de las de los grupos que aún moran entre nosotros. Nadie se atrevería en la actualidad a decir públicamente que los indígenas deben morir y que sus culturas deben desaparecer de la faz de la tierra. Pero a la hora de emprender un trabajo fotográfico, sólo se acepta que sean mostrados como víctimas: prostitutas, alcohólicos, miserables. Si se les muestra en toda su dignidad, con su belleza y poder, como culturas de las que se puede aprender algo, comienza una lluvia interminable de etiquetas: “el buen salvaje”, “folclorismo”, “exotismo” y un largo etc. Esa es la forma actual más aguda de exclusión, racismo y etnocentrismo: la retórica.
Pero, lejos de inhibirme, esta dificultad ha constituido un estímulo para mí, otra señal que me ha obligado a emprender un proyecto que, de paso, cuenta con el apoyo de los chamanes, maestros y sabios de las comunidades en las que he estado. Así, desde el año 2001 hasta el presente, he incluido en este proyecto veintidós culturas indígenas de nueve países, y he realizado más de ciento veinte imágenes basadas en mitos, leyendas y creencias de estos grupos. Todas las imágenes han sido posteriormente enviadas a las comunidades donde trabajé, para sus escuelas o sitios comunales. Y cada persona retratada ha recibido la imagen que con ella realicé.
La investigación ha consistido, resumidamente, en indagar sobre las mitologías de los grupos con los que voy a trabajar, a partir de los textos escritos por antropólogos. Luego, en las comunidades, mis aliados han sido los sabios y maestros, que me van describiendo y asesorando en cómo hacer cada representación: me indican qué personas de la comunidad serán las más idóneas para representar cada deidad y qué atributos o elementos deben acompañar a la imagen. Así, el trabajo de campo consiste en realizar los retratos con los que luego, en mi taller, ensamblo digitalmente cada icono.
En un lapso de veinte años, he visto comunidades desaparecer bajo las aguas de una gran represa (A´ukre, comunidad Kayapó de Brasil), estar amenazadas por la minería y el turismo (comunidades Quero del Perú), por el narcotráfico (Huichol, de México), o la evangelización (Piaroa y Pemón, de Venezuela). Los Dioses de América se están yendo para siempre a una velocidad mayor de lo que yo creía inicialmente, y con ellos, una parte esencial de la humanidad –de todos nosotros- se hundirá irremediablemente en el olvido o, peor aún, en la ignorancia. Mi trabajo es a contra-reloj y el camino aún es largo.