El umbral
Regreso del Aqueronte
(proyecto en desarrollo)
Alguien me habló todos los días de mi vida
al oído, despacio, lentamente.
Me dijo: ¡vive, vive, vive!
Era la muerte.
JAIME SABINES
El 31 de diciembre de 2021 sufrí un ataque al corazón, un evento del todo inesperado que, afortunadamente, logré sobrellevar gracias a que tuve la iniciativa inmediata de conducir hasta la clínica más cercana y la fortuna de encontrar la Sala de Emergencias sin pacientes, pese a estar en plena pandemia por la COVID-19. La rápida atención del personal médico y el atinado tratamiento al que fui sometido a tiempo evitaron que, en esa ocasión, cruzara el río Aqueronte.
Esa noche me tocó dormir en la Unidad de Cuidados Intensivos y mis pensamientos y reflexiones giraban en torno al hecho elemental de seguir viviendo. Frente al indiscutible peso de esta incógnita, todas mis otras preocupaciones se diluían por insignificantes. Una vez superada la crisis y hechos los procedimientos necesarios, pude regresar a casa, pero mi vida ha sufrido un gran impacto y siento que mi forma de ver las cosas ha cambiado profundamente.
He pensado en diferentes aproximaciones mitológicas al hecho de la muerte. Para los indígenas Pumé, del sur de Venezuela, la solución a todos los problemas se halla en un mundo mucho más allá del nuestro, el mundo a donde van los difuntos. Esa concepción la comparten muchos pueblos e, incluso, es equiparable al concepto de Inconsciente Colectivo acuñado por Jung. Para los Pumé, a ese mundo también se puede acceder a través de sucedáneos de la muerte, como el sueño, la enfermedad grave y el trance producido por el uso de plantas alucinógenas. Este último es el único voluntario y es, por excelencia, el que dominan los chamanes.
En esa cultura -como en todas- hay una serie de tabúes que marcan los límites de lo socialmente permitido. Violarlos suele acarrear un castigo, una némesis: una enfermedad grave. La persona gravemente enferma llega, así, a aquellos mundos distantes. Si acaso sobrevive, realizó el viaje de vuelta y con él, trae algunos conocimientos que nunca olvidará. Se dice que todos los chamanes conocen y adquieren su vocación a partir de uno de estos viajes iniciáticos, en los que su vida llega a estar en juego. Ese retorno marca un hito imborrable.
Hasta donde he podido compartir con otras personas que han atravesado por una situación similar, muchas cosas se transforman tras el regreso a la vida cotidiana. Valores, prioridades, emociones y formas de vivir, pueden sufrir cambios drásticos y generar reflexiones que antes eran inexistentes. Este proyecto pretende adentrarse en esas aguas oscuras a través de testimonios de varios protagonistas, para compartirlos con un mundo que continuamente nos enfrenta a la muerte, desde todos los ángulos.
A través del presente proyecto, quiero indagar en las experiencias de otras personas que, como yo, hayan estado en una situación límite de su vida y compartir sus reflexiones y emociones luego del viaje de regreso, del cruce fallido del río Aqueronte. Realizaré, a través de diferentes recursos videográficos, fotográficos y multimedia, una serie de obras testimoniales cuya estética y presentación sean semejantes a lo que imaginamos como el mundo onírico del Inconsciente Colectivo, en las que el protagonista de cada video nos lleve en un corto viaje de ida y vuelta, rodeado de imágenes relacionadas con la corriente de las aguas del río definitivo.
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La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.” Viaje a Ixtlán. Carlos Castaneda.